Todos los años me dirijo a Roma y allí con mis amigos masones en Campo dei Fiori, homenajeamos la memoria del libre pensador Giordano Bruno. Este año la concurrencia fue masiva pues se cumplían 400 años de su muerte en la hoguera. Y frente a él, como siempre, la misma sensación, de que el filósofo nos está mirando y no nos cree. Me retiro a mi hotel cercano a Campo dei Fiori acompañado en mis pensamientos por aquel napolitano que fue excomulgado por las iglesias católica, luterana y calvinista. Sólo me espera el sueño luego de un día intenso. Es allí donde encuentro al filósofo, un hombre gordo de poca estatura. Es entonces que aprovecho y me acerco pidiéndole permiso para una entrevista, saco mi pequeño grabador y le pregunto.
¿Cuál es la principal acusación de sus inquisidores?
¿Sus poemas parecen haber sido el detonante de estas acusaciones?
Mis recuerdos vuelan a una entrevista que le hice al artista español, Francisco Goya, siglos más tarde, que fue amonestado por la iglesia por su serie de aguafuertes Los Caprichos, que también satirizaban la supersticiones de la iglesia.
¿Con esos pensamientos usted se acerca a la filosofía de la
kabbalah judía?
¿Cómo se dejó apresar, teniendo usted tantos conocidos y amigos en otros
países por donde ha viajado, Francia, Inglaterra, Suiza, Alemania?
¿De qué manera piensa que en el año 2000, el teólogo
Rino Fisichella
nombrado por Juan Pablo como auxiliar de Roma, explicó el hecho de que
usted no ha sido rehabilitado como lo hicieron con Galileo?
A Giordano Bruno lo mantendrán cautivo en el Palacio del Santo Oficio en el Vaticano siete años, este hombre que se inició como Domínico, se le adjudicaron cargos de blasfemia, herejía e inmoralidad; y principalmente por sus enseñazas sobre sistemas solares y sobre la infinitud del Universo, fue condenado por el papa Clemente VII y por el tribunal del Santo Oficio a morir en la hoguera. Una idea me persigue y es la de quiénes podrían ser los inquisidores y herejes contemporáneos. La respuesta inmediata es, la burguesía y el Estado que tienen como enemigos: a los que no cumplen con un horario de trabajo determinado; los que consumen lo imprescindible; los que no viven comiendo para comer a otros; los que no piensan en las jerarquías, para los que el tiempo no es oro, para los que no creen que la libertad de expresión tiene sus límites; a los que no hacen valer sus palabras en el mercado; a los que no compiten para estar en la gloria; los antibelicistas; la lista es larga... A mi regreso de Italia me llevo algunas palabras de Giordano Bruno y las hago mías, “cada individuo es un universo”. |